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TENDENCIA INTERVENCIONISTA

   De las inquisidoras formas de quienes todo querían prohibirlo, según el criterio juvenil de la época, nació la rebelión estudiantil en el revolucionario Paris de mayo de 1968. ¡Cuantos se han vanagloriado de haber vivido aquella movida, sobre todo políticos cuyo pedigrí dependía de ésta y otras situaciones ocasionales.Pero parece ser que los jóvenes cachorros de antes se han amansado a costa de unas costumbres de vida bastante más burguesa que la de antaño. El intervencionismo se ha instalado en la mente de quienes rigen –patosamente- los destinos de nosotros, los sufridos ciudadanos, empeñados en ordenarnos la vida a base de una dictadura ordenancista e intervencionista.

   No es malo el regular la convivencia y además puede ser indispensable en muchas ocasiones sin que ello suponga una tara a la libertad, pero esta carrera desenfrenada de prohibiciones tiene un tufo de provisionalidad, de no saber exactamente lo que se pretende, salvo la de querer dejar constancia de que se tiene iniciativa ante situaciones concretas. Es cierto que no se puede vivir en sociedad sin normas, pero hay que hacerlo bien, con sentido de la equidad, de la idoneidad y de la razón; pero en estos tiempos se está dando la sensación de que se legisla a golpe de provisionalidad y no donde resulte necesario, y así resulta difícil que las normas sean correctamente aplicadas y mucho menos entendidas.
IMPROVISACION Y OCURRENCIAS

  Una idea luminosa se ha abierto en el horizonte automovilístico: reducir el límite de velocidad a 110 kms. hora para ahorrar en la compra de petróleo; como si dicho ahorro solo dependiera de la velocidad. Hay más factores que ponen en entredicho el impacto efectivo de la norma, como la antigüedad del vehículo, las revoluciones a las que se someta el motor y que se han olvidado de aquellos vehículos cuya velocidad máxima ya es inferior a 110, como los autocares y camiones, precisamente los más contaminantes.
  Detrás de todo esto muchos pensamos que es una forma de aumentar las denuncias por exceso de velocidad, una mayor recaudación; sin contar el gasto que supondrá el cambio de las señalizaciones de todas las carreteras.
  Si como también se anuncia el cambio de señalización se va a producir colocando unas pegatinas encima de las actuales señales, pues estaremos entonces en una nueva chapuza que en nada mejorará nuestra imagen en el exterior.
     LA CRISIS, ESE GRAN NEGOCIO

    La crisis ha golpeado con fuerza desde el verano de 2007 a la economía española. La destrucción de empleo, que comenzó en octubre de 2007, se ha ido acelerado con el paso del tiempo.
  Los sindicatos mayoritarios CC.OO. y UGT han celebrado en numerosas ocasiones la decisión de Zapatero de asumir la tarea de acometer la recuperación de la economía, aún cuando ésta no solamente no avanzaba sino que progresivamente la situación ha venido deteriorándose a pasos agigantados.
  Pero esta crisis no afecta a estos dos sindicatos, pues el Gobierno les subvenciona generosamente a través del Ministerio de Trabajo con el dinero de los contribuyentes. Los mismos contribuyentes a los que estos sindicatos esquilman como si de una vulgar empresa se tratara, esas empresas tan denostadas por los sindicalistas a voz en grito en sus manifestaciones que, precisamente, no se dirigen al Gobierno.
  En un reportaje que publica el diario El Mundo (27.02.11), se relaciona el precio de los servicios que el sindicato CC.OO. cobra a todo aquél que acude a su asesoría jurídica. Son usuarios que acuden en busca de ayuda para iniciar procesos judiciales o administrativos en los que reclaman prestaciones sociales, recurren despidos, sanciones, salarios o emprenden actuaciones ante los juzgados de lo Social o el Fondo de Garantía Salarial.
En dicho reportaje aparece un cuadro sobre las tarifas a cobrar por la prestación de servicios y en la misma se puede comprobar que se cobra por todo, es decir, hasta por aquello que gratuitamente hacen organismos de la Administración.
   Muchos nos preguntamos a donde van a parar las ingentes subvenciones que perciben los sindicatos, aunque aquellos que conocemos los entresijos de estas organizaciones sabemos que sus organigramas nada tienen que envidiar a las de las empresas punteras de cualquier sector.
   Son incapaces de mantenerse con las cuotas de los afiliados para mantener el "aparato" que lo sustenta. Son máquinas voraces que lo trituran todo: las pocas cuotas que reciben, las subvenciones tanto nacionales como autonómicas, de diputaciones y ayuntamientos; de cursos de formación y de los propios servicios que gestionan (seguros, viviendas, etc.).
   Solamente por las subvenciones recibidas deberían, como cualquier ONG, dar un servicio gratuito a aquellos trabajadores que necesiten de sus servicios, sino que vivan de las cuotas de los afiliados.
    Y es que es sabido que en tiempos de crisis siempre hay quien saca beneficios.