Páginas

DISTINTOS RASEROS


   Se vuelve nuevamente a insistir, por algunos países “bienintencionados”, sobre la eventual creación de un Estado palestino y su ingreso en la ONU. Se esgrime, entre otras cosas para ello, que el reconocimiento como país independiente serviría para privar a los terroristas de Hamas y otras facciones, sus coartadas para desarrollar los sucesivos atentados que perpetran asiduamente.

   Llama la atención que estos aparentes benefactores no se pronuncien sobre otras situaciones tan dramáticas como las que padecen los kurdos, que en un número aproximado de sesenta millones –distribuidos por el mundo- y en donde solamente en Turquía hay más de veinte, sufren persecución sistemática. O el destino trágico de otras minorías étnicas, lingüisticas o religiosas en el Oriente Medio.

   ¿Por qué no interesarse también por los musulmanes negros de Darfur en Sudán o los coptos en Egipto? ¿Acaso no se merecen también el tener un propio Estado?

   Parece que únicamente, ciertos países, tengan la vista puesta en Palestina, quien ha rechazado sistemáticamente la posibilidad de convivir, con Estado propio con los judíos. Ahí está la historia: en el verano del 2000, Bill Clinton cifraba su cuota de posterioridad en cerrar un acuerdo israelo-palestino antes de poner fin a su mandato. Obtuvo de Ehud Barak lo impensable: que Israel cediera a la Palestina de Arafat el noventa y siete por cien de los territorios ocupados; el otro tres por cien quedaría compensado con un pasillo de seguridad entre Cisjordania y Gaza. Cuando un Clinton exultante se dirige al presidente palestino para darle cuenta de que las reivindicaciones históricas de la OLP están a punto de cumplirse, choca con un muro imprevisto. El rais no va a firmar, su interés se centra en mantener la guerra y seguir percibiendo la ingente cantidad de dinero que recoge de las naciones que le apoyan.

   Hay algo evidente, y es que los países árabes se niegan a absorber a los palestinos, prefiriendo que éstos se mantengan en campos de refugiados, como forma de presionar a los judíos y mantener viva la llama de una guerra, no solo contra judíos, sino, como ya se está viendo en muchos otros países entre árabes y el resto del mundo. Sobra hipocresía entre muchos mandatarios.