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   LOS ASALTA CORRALES

   Cuando dirigentes comunistas instalados en nuestro Parlamento nos quieren convencer de que los pillajes son una contribución al debate de las ideas, me viene a la memoria la frase de Jean-François Revel cuando decía, refiriéndose a la caída del Muro de Berlín, que le daba en la nariz que el supuesto cadáver aún daría guerra: . «El Muro —dijo entonces con el amargo escepticismo de los que están de vuelta— cayó en Berlín, pero no en los cerebros».

   El asalto a comercios y entidades bancarias, así como las ocupaciones temporales de fincas y lugares emblemáticos, no es mas que la tergiversación del sistema  democrático, como si éste no fuese ya un sistema imperfecto y nivelador de las formas políticas, pues equipara a los prudentes y a los estúpidos, a los sabios y a los necios, a los valerosos y a los cobardes, a los honestos y a los miserables, con el riesgo añadido, como podemos ver constantemente, de que se deslice a la demagogia y a la corrupción; aunque más útil y benigna para las sociedades que cualquier otra forma política al garantizar la alternancia y excluyendo la exclusión.


   Pero todo ello no es óbice para que en su seno se produzcan reacciones primitivas y contrarias a la ley queriendo darle forma de justicia y que, además de esto, siempre haya alguien dispuesto a encontrarle la parte positiva demagógicamente; demagogia consistente en amparar un delito por el estado de penuria que pueda llegar a tener un individuo. Teoría ésta de firme arraigo marxista de rebeldía y de rechazo de la autoridad ante una eventual desgracia, convirtiendo en héroes a lo que no son más que simples saqueadores de comercios amparados, en este caso, por unas siglas de un sindicato minoritario y testimonial dirigido, megáfono en mano, por un personajillo célebre en su pueblo por reivindicar el comunismo como alternativa al sistema, pero sin renunciar a las prebendas y beneficios económicos de un cargo de representación popular que, además, le provee de cierta inmunidad de la que abusa constantemente y de la que no está dispuesto a dimitir.






   LA LEY DEL TERROR

   No se si el angelito Carromero será culpable o no de ese hipotético accidente que le ha costado la vida a uno de los disidentes más importantes en Cuba –de los que van quedando tras la limpieza castrista-. La verdad es que el tal Carromero tampoco presenta un perfil de lo más recomendable socialmente, pero este accidente huele más a ejecución que a un accidente de tráfico.


   Si había alguna esperanza de que Cuba mudara su careta ultracomunista con la asunción de la jefatura por parte de Raúl Castro -quien en los inicios de la revolución controlaba los resortes del terror- pronto se ha salido de dudas, ya que rápidamente se ha podido ver la penosa subordinación a las directrices del cadáver viviente de su hermano y su irracional dictadura personalista. Con solo cuatro parches que le ha puesto al sistema productivo cubano no se ha podido engañar a nadie, pues la dictadura de partido único sigue exactamente igual que desde su fundación, creado hace más de medio siglo por ese fanático disfrazado de guerrillero heroico y vestido de verde oliva.

   El balance de todo este tiempo en Cuba es pavoroso: miles de presos políticos, más de dos millones de exiliados, millares de fusilamientos, persecución de cualquiera que esté en contra del régimen, familias destrozadas, hambre, miseria y restricciones en pleno siglo XXI. Todo ello lleva al mayor fracaso material que registra la historia de las dictaduras latinoamericanas. Y todo por esa figura terrorífica de un hombre patológicamente caprichoso, unido al disparatado sistema comunista impuesto al país que ha llevado a una total improductividad casi asombrosa de la isla; con una sociedad cerrada y represiva en donde se alienta el espionaje vecinal y cuya única misión que se adivina en la sucesión del mando es preparar al régimen para seguir resistiendo contra todo y contra todos.

   Con este historial es difícil creer que las cosas en Cuba ocurran por casualidad. Solo los fanáticos que siguen creyendo en un sistema que afortunadamente va desapareciendo en el mundo –aunque los que quedan se aferran a él a dentelladas- y que tanta muerte y desolación ha traído en el mundo, siguen defendiendo al régimen cubano, sin olvidar a parte de esa izquierda cegata que se resiste a condenarlo y que en demasiadas ocasiones incluso defiende.







   LA INJUSTA COMUNIDAD INTERNACIONAL

   Poco podían sospechar los sirios de que su suerte no iría paralela a la que tuvieron los libios, los cuales consiguieron derrocar al dictador Muamar Gaddafi. Los estudiantes y opositores que se echaron a la calle al calor de la Primavera Arabe  para exigir reformas democráticas a Baschar Al Asad, poco podían prever catorce meses antes que los cadáveres se contaran por miles en su país.

   ¿Por qué la comunidad internacional no interviene con el fin de paralizar la brutal escalada de violencia que asola a Siria? Muchos se preguntarán en que se diferencia Libia de Siria para que en el primer caso las fuerzas de intervención de la Alianza Atlántica intervinieran activamente ayudando al pueblo libio junto a otras fuerzas internacionales y, en cambio, en esta ocasión, no se intervenga. No cabe duda que detrás de esta actitud se esconde los intereses enfrentados de distintos países, tanto políticos como geográficos, pues tanto Rusia como China, que son miembros permanente y con derecho a veto del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, respaldan a Al Assad. Además, los rusos llevaron a la región un importante contingente naval como medida de presión, recordando a la comunidad internacional que ellos no están dispuestos a injerencias extranjeras  por ningún motivo.

   A todo ello hay que sumar el reciente incidente que Siria ha tenido con su vecina Turquía, con quien comparte una frontera de más de 800 kilómetros y que pertenece a la OTAN. Turquía mantiene excelentes relaciones con Estados Unidos, a la vez que Rusia ha estrechado lazos con Irán, al que utiliza como “país satélite” y en donde tiene uno de los grandes enclaves navales en el Mediterráneo.

   Hasta el momento, todos los movimientos para parar esta sangría se ha limitado a bloqueos económicos y a sanciones comerciales, así como a enviar observadores internacionales que poco más que condenas verbales realizan en las Naciones Unidas. La razón primordial por la que se intervino en Libia y no es Siria, es que Siria carece de recursos naturales o energéticos de relevancia, al contrario que ocurría en Libia, que cuenta con unas reservas muy importantes, tanto de gas como de petróleo.

   Rusia ha venido constantemente bloqueando los escasos esfuerzos internacionales para detener las violaciones masivas de derechos humanos, afirmando tener un plan para resolver la crisis, pero mientras tanto se siguen cometiendo crímenes de guerra y contra la humanidad, haciendo caso omiso las autoridades sirias a los continuos llamamientos de la comunidad internacional a parar la represión.

   La realidad es que, contrariamente a lo solicitado, el ejercito sirio cada día intensifica su represión contra la población civil que se ha unido a los opositores al régimen de Al Assad, mientras numerosas organizaciones humanitarias vienen denunciando los ataques indiscriminados que padece el pueblo sirio desde marzo del pasado año. Se evidencia que los intereses económicos están por encima de los humanos y aunque la solución a este conflicto sea complejo por los países que tienen intereses en la zona, éstos, por encima de cualquier otra objeción, deberían acabar con la guerra civil que se está produciendo y sentarse a negociar una solución lo más pronto posible.



UNA REFORMA DE LA LEY NECESARIA
 
  Parece ser que por fin se va poder corregir una grave injusticia que se ha venido aplicando –dentro de la ley- para con los padres separados. Jurídicamente, la ley actualmente mantiene al hombre que se encuentra en una situación de separación matrimonial como condenado social, ya que los jueces mantienen casi invariablemente la opinión de que el padre es inadecuado para hacerse cargo de los hijos del matrimonio, y eso trae siempre aparejado el derecho de la madre a utilizar la vivienda conyugal permanentemente y a la custodia de los hijos en mayor tiempo que con el padre.


   Esta ley es la consecuencia del llamado feminismo jurídico, en donde grupos feministas apoyados generalmente por partidos políticos se han arrogado siempre el derecho a la custodia de los hijos y, consecuentemente, a su educación, al uso de la vivienda y al mantenimiento de ellos a través de los ingresos del padre; dejando al padre como un mero personaje a expensas de la voluntad de la madre y la gracia del juez, a través de las peticiones del abogado en casos puntuales de acciones derivadas de la custodia o de los ingresos propios.

   Al desconcierto que se produce en una separación –tanto en el hombre como en la mujer- en el caso del hombre muchas veces tienen que soportar el encontrarse separados de sus hijos o, al menos, en una proporción mucho mayor que en el caso de su ex-esposa, privándoles así, además de la proporción de cariño paternal,  la vigilancia y atención de una educación que se antoja imprescindible. Desde muchas posiciones visceralmente feministas, se ha tratado siempre de presentar a los padres divorciados como incapaces de cuidar a sus hijos, incluso de educarlos; con la única excepción de ser útiles para el trabajo y la aportación económica necesaria para el mantenimiento del hogar. Y hasta esta cuestión ha pasado a ser discutida en esos foros por la integración de la mujer en la vida laboral, aunque ello traiga consigo la imposibilidad de mantener un ritmo doméstico adecuado a las circunstancias, para lo cual se es necesaria la ayuda de la pareja.

   Básicamente, el mito por el que el hombre no podía mantener un trabajo externo y compaginarlo con labores de hogar y la educación de los hijos, ha ido desvaneciéndose con la realidad, por eso es urgente y necesario el revisar la ley que otorgaba de manera automática a la madre la custodia de los hijos. Marginar a un padre por cuestiones tan poco consistentes no es más que una arbitrariedad revestida de decreto-ley; por eso hay que aplaudir cualquier impulso que se haga para corregir esta anómala situación social. De los problemas derivados del mantenimiento de dos hogares, con lo que supone económicamente, es otro tema que también habrá que poner sobre la mesa y dilucidar esta cuestión, buscando fórmulas racionales de coexistencia sin pérdidas de libertad y dignidad que corresponde a la persona.

AFRICA SANGRIENTA

   Se ha conocido la noticia de la detención de Caesar Achellam, mano derecha y ejecutora del Ejercito de Resistencia del Señor (LRA) en Uganda, cuyo responsable principal y uno de los criminales mas buscados por las fuerzas internacionales es Joseph Kony, el autoproclamado “medium espiritual” de un ejercito creado para establecer en el norte del país un régimen teocrático.
   Africa es un continente en constante convulsión y donde se han localizado un mayor número proporcionalmente de asesinos como consecuencia de las innumerables guerras fraticidas.
   Joseph Kony es uno más de esos enloquecidos por el poder de las armas y las creencias religiosas, como antes lo fue también en Uganda Yoweri Kaguta MKuseveni, Laurent-Désiré Kabila en el Congo o John Garang en Sudán. Para mantener su ejercito rebelde  reclutaba a niños a los que obligaba a realizar masacres entre cuyas víctimas incluían muchas veces a sus propios padres.
  Uganda es un país en donde la brujería tiene una incidencia muy alta entre la población y la sangre y el cuerpo de los niños es una mercancía “para ser consumidos por los espíritus”, basado en  la creencia de conseguir la riqueza y prosperidad con la rapidez que estos brujos prometen, los cuales, como mafias, se organizan en redes. El sacrificio humano es una práctica que aumenta constantemente en Uganda, en ceremonias donde se extirpan zonas faciales o genitales.
   Además de la hambruna y de la sequía, principales problemas que padece África, muchos de los países que la componen tienen a iluminados como el tal Kony dispuestos a empobrecerlos con guerras y conflictos étnicos y tribales, desembocando la mayoría de las veces en auténticos genocidios, con la excusa mayoritaria de la religión o el control de las fronteras.
   Es loable que países  como Estados Unidos, con la colaboración de la Unión Africana y Naciones Unidas,  se esfuercen en combatir a estos grupos armados y su compromiso de apoyo al pueblo y gobiernos de la región, además de la ayuda de asesoramiento por consejeros militares para que en el futuro los niños africanos no sean robados de sus casas, las niñas no sean violadas y los menores no sean convertidos en soldados; pero sería necesario también que los países desarrollados y las multinacionales se involucraran en esta misión evitando el lucrativo negocio de la venta de armas a los contendientes, bajo el cínico enunciado de “ayudas al desarrollo”, tapadera para enmascarar la venta de armas.
   No se tendría que combatir a estos sanguinarios dictadores ni lamentar los resultados de las guerras que provocan, si no contaran con la ayuda de los países desarrollados que mantienen intereses directos en la zona.


   REFERENDUM EN RASQUERA

   No deja de ser loable el hecho de que un regidor quiera conseguir para su municipio las mayores cotas de bienestar, entendiendo por ello no solamente el acondicionar el pueblo para que la habitabilidad resulte la mejor posible, sino también el reactivar la economía para que sus habitantes ejerzan y trabajen sin tener que hacerlo fuera del ámbito local y familiar; sobre todo ahora que la economía española se encuentra tocando fondo y la tasa de desempleo está llegando a cimas insostenibles. No es fácil en estas circunstancias animar a la inversión para crear negocios que sean capaces de generar empleo, pero no es válido el querer generar ilusión desde planteamientos ilusorios y de una más que dudosa legalidad.


   Bernat Pellisa, alcalde de Rasquera, pueblo enclavado en la provincia de Tarragona, no ha encontrado una forma mas racional para intentar ayudar a su pueblo en la conquista del bienestar que proponer el cultivo masivo de marihuana con la confianza de crear 40 puestos de trabajo y ganar hasta 1,3 millones de euros en dos años, dinero que, según tiene pensado el alcalde, serviría para pagar las numerosas deudas del municipio e impulsarían la actividad económica; todo ello a través de un acuerdo de cesión de terrenos municipales a la Asociación Barcelonesa Cannábica de Autoconsumo.

   Es evidente que una operación de esta envergadura no es para un autoconsumo, única forma legal reconocida en la legislación vigente, sino que aparentemente la producción está destinada a terceros, con lo que se entra de lleno en un posible tráfico de drogas, habiendo sido ya advertido el municipio de que si se materializa la plantación en terrenos municipales se le dará traslado a la Fiscalía por una posible constitución de delito.

   Ante esta advertencia el Sr. Pellisa ha querido involucrar al pueblo en su, cuando menos, iluminada propuesta, haciéndole participar en un referéndum vinculante con un censo de 804 personas y 940 habitantes; realizando una defensa numantina sobre la plena viabilidad jurídica del proyecto, pero evitando plantear el tema abiertamente a los vecinos –suponemos que en un intento de disfrazar la realidad y previniendo un posible rechazo- por lo que  en la papeleta en la que el ciudadano tenía que manifestarse no se aludía explícitamente a la plantación, sino que disfrazándola y jugando con la anímica situación económica del municipio, la pregunta derivaba hacia si se estaba de acuerdo con un desarrollo de un plan anticrisis. Todo aparentemente legal pero implícitamente engañoso.

   No sabemos si estamos ante un personaje cuya desesperación económica enajena su entendimiento, si ante un incapaz de encontrar soluciones lógicas y viables o ante el clásico político oportunista que quiere conseguir notoriedad. El problema en realidad no está en el histrionismo del personaje, sino que lleve a engaño al pueblo con promesas irrealizables o de escasas posibilidades, últimos paganos de las excentricidades de políticos descentrados.

   SENTIDO DE LA RESPONSABILIDAD

   Decía Martin Luther King que la violencia crea más problemas sociales que los que resuelve, pero esto lo ignora una parte de la población y lo alienta otra con espurios intereses y cínicos mensajes, a los que una población adulta y responsable no debería hacer eco, imponiendo la racionalidad a la visceralidad; pues ésta, la reacción emocional, no es la mejor consejera para tratar los problemas que nos puedan surgir, bien sean de índole personal o colectivo.

   Estamos asistiendo a unas algaradas callejeras en las que, aparentemente, son fruto de un malestar social como consecuencia de unas actuaciones que buscan reducir el grave déficit que ha alcanzado el país y que para ello se han tomado medidas reguladoras que afectan a la sociedad por la contención del gasto y en cumplimiento de unas normas regulatorias impuestas.

   No son comprensibles, en una situación como la actual con una tasa de paro tan escalofriante y una deuda galopante, ciertas manifestaciones callejeras solicitando mantener, sino mejorar, unas condiciones que generalmente han estado sobredimensionadas para un país cuyos recursos son limitados y que en gran medida provienen de la productividad de sus ciudadanos.

   Descartando las algaradas estudiantiles, en lo que respecta a movimientos espontáneos no dirigidos, preocupa sobremanera la conjunción de esa variopinta mescolanza entre agitadores profesionales -cuyo beneficio social está por descubrir y de los que no se conoce rendimiento alguno en pro de la sociedad-, movimientos de personas marginales y políticos en activo o aspirantes a serlo, cuyas reivindicaciones pierden mucha credibilidad por sus actuaciones; unos por su carácter puramente destructivo y los otros por su pasado.

   No son pocos los que piensan que se está ante reivindicaciones absolutamente cínicas y fruto del resentimiento, aunque las mismas estén acompañadas y revestidas de un carácter social al ir de la mano de sindicatos denominados de clase. Tal vez esta circunstancia sea más negativa si cabe, ya que no pasa desapercibido para la mayoría de la gente el silencio reivindicativo que estos mismos han mantenido en otras circunstancias similares, como por ejemplo en las congelaciones salariales de los funcionarios o el de las pensiones.

  Las algaradas callejeras, siempre que no supongan tomarse la justicia por su mano, rompiendo y expoliando bienes particulares o comunes, son un termómetro sobre la normalidad democrática por la que se rigen las naciones, pero ello no debe estar reñido con la racionalidad, el sentido común y la realidad. Es por esto que, como todos conocemos, no conviene embarcarse en manifestaciones dirigidas por intereses particulares, bien sean políticos o de cualquier otro signo, pues ello conlleva a una manipulación de la realidad y constituye un intervencionismo  y una influencia interesada; sobre todo en un momento tan delicado para el futuro de nuestra nación, donde tanto nos estamos jugando, y no solamente el presente, sino el futuro en donde tienen que convivir nuestros descendientes.

   Las rencillas personales, el buscar el deterioro de las instituciones para así llegar a alcanzar el poder, no es más que el igualarnos con los países que han hecho de su futuro un mundo en permanente revolución. No merecemos, después de tantos años de esfuerzos y de alcanzar cotas de bienestar, el tirar todo por la borda por no ser capaces de saber apretarse el cinturón en un momento de transición económica, precisamente propiciada por un exceso de triunfalismo económico.



    PERDER LA OPORTUNIDAD

     Pocas veces se puede presentar una ocasión tan mollar para dar la talla y el ejemplo de una imagen social verdadera. Difícilmente se encontrarán en la posición de que un Gobierno, obligado a dar un golpe de timón importante para la economía de su país, emplace a sindicatos y patronal a llegar a acuerdos que posibiliten una reforma laboral –imprescindible- sin que pueda ser traumática; pero estos sindicatos, enchufados a las ubres del Presupuesto, no han querido llegar a acuerdos con que aliviar una reforma laboral que se avecina muy dura  sin haber dado lugar a acabar el plazo dado por el Gobierno; con una prepotencia ya conocida de levantarse de la mesa cada vez que se han sentado con los empleadores.  
                                                                                 
Es incomprensible que teniendo la oportunidad de intervenir para defender los intereses de los parados, los inmigrantes, los autónomos y en definitiva, a ayudar a sacar una reforma laboral –la tercera en casi dos años- con el máximo consenso posible, se han limitado a elaborar un documento con cuatro puntos insustanciales obviando la difícil situación de más de cinco millones de parados y la destrucción ingente de empresas. Ni los representantes de éstas ni los representantes de esos dos sindicatos han dado la talla que la situación merece, haciendo que nos preguntemos por la utilidad de estas organizaciones que no son capaces de renunciar a una parte de sus intereses, entorpeciendo el desarrollo de las medidas tendentes a presentar al Congreso para su aprobación.

     Se ha interferido un camino para promover el empleo, la más urgente de nuestras necesidades colectivas, dejando al Gobierno la tarea de legislar sin el apoyo de estas asociaciones y con el peligro latente de enfrentarse a constantes manifestaciones sociales por la defensa de aquello que los responsables sindicales no han querido pactar.
     Hará bien el Gobierno en controlar las millonarias subvenciones y los fondos que se destinan para la formación, cuyos resultados no son los esperados para  la cuantía que supone (más de siete mil millones de euros), pero que han servido muy bien para reforzar su financiación corporativa y la presencia en cuantas plataformas de diálogo sean menester para ofrecer la sensación de estar haciendo labor social y de defensa de sus representados.
    
      Trabajadores, pequeños empresarios y autónomos, deberán demandar a estos impostores que se declaran defensores de la sociedad, cuando no dejan de ser meros fabuladores sociales resueltos a llevar a cabo una política de gestos de reivindicación permanente que les autojustifique, los unos y con el clásico inmovilismo y conservadurismo que siempre les ha caracterizado, los otros.