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UNA REFORMA DE LA LEY NECESARIA
 
  Parece ser que por fin se va poder corregir una grave injusticia que se ha venido aplicando –dentro de la ley- para con los padres separados. Jurídicamente, la ley actualmente mantiene al hombre que se encuentra en una situación de separación matrimonial como condenado social, ya que los jueces mantienen casi invariablemente la opinión de que el padre es inadecuado para hacerse cargo de los hijos del matrimonio, y eso trae siempre aparejado el derecho de la madre a utilizar la vivienda conyugal permanentemente y a la custodia de los hijos en mayor tiempo que con el padre.


   Esta ley es la consecuencia del llamado feminismo jurídico, en donde grupos feministas apoyados generalmente por partidos políticos se han arrogado siempre el derecho a la custodia de los hijos y, consecuentemente, a su educación, al uso de la vivienda y al mantenimiento de ellos a través de los ingresos del padre; dejando al padre como un mero personaje a expensas de la voluntad de la madre y la gracia del juez, a través de las peticiones del abogado en casos puntuales de acciones derivadas de la custodia o de los ingresos propios.

   Al desconcierto que se produce en una separación –tanto en el hombre como en la mujer- en el caso del hombre muchas veces tienen que soportar el encontrarse separados de sus hijos o, al menos, en una proporción mucho mayor que en el caso de su ex-esposa, privándoles así, además de la proporción de cariño paternal,  la vigilancia y atención de una educación que se antoja imprescindible. Desde muchas posiciones visceralmente feministas, se ha tratado siempre de presentar a los padres divorciados como incapaces de cuidar a sus hijos, incluso de educarlos; con la única excepción de ser útiles para el trabajo y la aportación económica necesaria para el mantenimiento del hogar. Y hasta esta cuestión ha pasado a ser discutida en esos foros por la integración de la mujer en la vida laboral, aunque ello traiga consigo la imposibilidad de mantener un ritmo doméstico adecuado a las circunstancias, para lo cual se es necesaria la ayuda de la pareja.

   Básicamente, el mito por el que el hombre no podía mantener un trabajo externo y compaginarlo con labores de hogar y la educación de los hijos, ha ido desvaneciéndose con la realidad, por eso es urgente y necesario el revisar la ley que otorgaba de manera automática a la madre la custodia de los hijos. Marginar a un padre por cuestiones tan poco consistentes no es más que una arbitrariedad revestida de decreto-ley; por eso hay que aplaudir cualquier impulso que se haga para corregir esta anómala situación social. De los problemas derivados del mantenimiento de dos hogares, con lo que supone económicamente, es otro tema que también habrá que poner sobre la mesa y dilucidar esta cuestión, buscando fórmulas racionales de coexistencia sin pérdidas de libertad y dignidad que corresponde a la persona.