Todos sabemos que internet es un
mundo jurídicamente opaco y que por eso mucha gente se dedica a propagar su
vacío por las redes, ya que éstas fomentan la impunidad del anonimato, donde
cualquiera puede abrirse anónimamente una cuenta gratuita. Es el primer medio
de comunicación masivo que nace y se desarrolla en completa libertad, sin
control alguno por parte de los poderes públicos; por eso, cualquier psicópata,
tarado mental o cualquiera de las muchas conductas moralmente criticables,
puede ocultarse tras un perfil falso para esparcir sin limite su deficiencia.
Dedicándole tiempo a recorrer las comunidades distintas que se alojan en
las redes sociales, así como los espacios dedicados a opinar, se pueden deducir
muy claramente los diferentes individuos y cuanto argumentan. Se puede pasar de
los molestos y antipáticos mensajes
escritos sin un mínimo de corrección lexicográfica a la forma más grosera y
despreciable del insulto y de las palabras soeces, en una demostración palpable
del tipo de educación recibida o, cuando menos, de lo mal aprovechada.
Hay una tercera generación de difícil clasificación, excepto en que se
utiliza más si cabe esa impunidad del anonimato que hemos reseñado. Por su
forma de expresarse, independientemente de lo que diga, se distinguen
generalmente en una buena utilización de la gramática y la ortografía, pero
demostrando la negación de la civilización y la renuncia irrespetuosa a lo que
de un modo más esencial son las formas que nos hacen civilizados.
Ahora no es difícil encontrarse
con quienes se jactan de ser antisistema y para demostrarlo no solo
injurian a todo aquel que no comparta sus ideas, o aquellos que desde su
libertad profesan o reconocen creencias o sentimientos contrarios a sus posiciones
sociales o políticas, sino que su odio cainita les lleva a vejarlos y
humillarlos, vomitando sus sentimientos y aversiones, bajo la discutible, en
estos casos, libertad de expresión, que utilizan como mera coartada.
Desde ese anonimato y casi impunidad, cometen actos delictivos y
violaciones manifiestas de derechos fundamentales tan importantes como el honor
y la intimidad, en un claro síntoma de padecer una enfermedad social que hay
que tomarse en serio, pues las redes sociales son una herramienta demasiado
poderosa para dejar que evolucione sin control, sobre todo con energúmenos
embozados que cobarde y obscenamente se aprovechan del vacío jurídico en la
legislación penal para esta clase de delitos.