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SACAR TAJADA


   España nunca ha sido, históricamente, un país miedoso o pusilánime, lo que no quiere decir que no esté cambiando paulatinamente por las actuaciones de tanto político melindroso, cuando no directamente cobarde, amparándose en unos principios ideológicos que la mayoría de las veces usan a conveniencia.

   Esas directrices calan más fácilmente en la población –nos volvemos cómodos, huimos de los compromisos y eso lleva también al miedo- por eso cada vez es más fácil convencer y… asustar. Hay demasiados apóstoles de la información dedicados a convencernos de muchas cosas de lo que ellos son profanos, pero algunos de ellos lo dicen con tal convicción que pueden parecer especialistas. Especialistas de la nada, por supuesto, pero dicho con teatralidad experta que da las horas que pasan asomados a la pequeña pantalla.

   Han sido expertos en mareas negras, peritos en carnes de vacas locas, entendidos en terrorismo, en tipos de asesinos y pederastas… en fin, de cualquier asunto que puntualmente asalte nuestra vida cotidiana. Ahora están todos ellos impuestos en una nueva materia. ¡Qué digo impuestos, profesionales de la investigación y el estudio clínico del virus del Ébola! Auténticos virólogos. 



   Son capaces de desencadenar un estado de psicosis colectiva entre la población con sus sentencias, sus consejos y sus advertencias. Algunos son solamente periodistas –sin ninguna otra especialidad-, otros políticos con ínfulas, los más son tertulianos a sueldo, entre los que se encuentra una fauna variopinta de famosos, famosillos y como dicen los mejicanos, algunos pendejos, pero que ello no es óbice para hablar como si fuesen catedráticos de universidad.

   Han sido capaces de poner a mucha gente en duda sobre la capacidad de nuestros médicos especialistas en microbiología. y creyendo a pies juntillas a una auxiliar de enfermería porque representa a un sindicato. Han iniciado un linchamiento público contra determinados representantes políticos porque personifican lo contrario que ellos piensan. Alimentan la confusión con especulaciones que calan en la gente, aunque algunas de esas especulaciones sean inhumanas y contrarias a la moral, transmitiéndose éstas consignas –no son otra cosa- por las redes sociales, ese refugio en el que permanecen muchos descerebrados con la única idea de mortificar a los que no lo son, con diatribas sacadas de esas falsas informaciones, pero que muchos dan como ciertas y las transmiten.



   Lo que importa no es realmente atajar el virus, lo que importa de verdad a muchos de los voceros es mantener el odio ideológico, incitando a la rebeldía por cualquier causa que ellos entiendan positiva para sus intereses; para ello cuentan con los siempre dispuestos sindicatos –que saben estar al plato y a las tajadas- a los movimientos civiles siempre dispuestos a manifestarse por la cuestión más insignificante, y que mantienen una memoria muy selectiva respecto a quienes tienen que acusar y a quien no recordar. Son auténticos enemigos de las instituciones si éstas están dirigidas por sus contrarios. Son los mismos linchadores capaces de llamar asesinos a un Gobierno legítimo cuando el atentado del 11M y al sacrificar a un perro con posibilidad de contagio.


   Algunos pensamos que todo esto no es más que un ensayo general para otras revueltas mayores –de ahí el crecimiento de opciones políticas claramente procomunistas- con la indiferencia de muchos y el claro interés de otros dispuestos a quebrar una sociedad que no les gusta.