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EL COCALERO Y EL CRUCIFIJO


   El insensato populismo revolucionario del que hace gala Evo Morales en todas sus actuaciones y presentaciones públicas, le vienen no tanto de su educación en un colegio católico y su posterior graduación en la UNAM mexicana, sino por  una pasantía en la guerrilla «indigenista» de Felipe Quispe y cuatro años de prisión por rebelión militar.

   El pintoresco Morales, que ha ido dejando huella de su zafia manera de comportarse allí donde ha podido presentarse, no pierde ocasión para demostrar sus hechuras y maneras revolucionarias, al margen de cualquier sentido de estado que todo dirigente que se precie debe transmitir.

   Ya no son solos los perjuicios que su caprichosa política, al margen de las fuentes del Derecho Internacional, están causando a las diferentes empresas extranjeras inversoras en Bolivia –especialmente las españolas-, sino que sigue la estela errática de sus compañeros en Cuba y Venezuela, tanto en política económica como aferrados a mandatos de dudosa legalidad, cuando no de total sometimiento a sus caprichosas formas de gobierno.

   Bolivia ha tenido la suerte de ser visitada por el Papa Francisco, dando así un espaldarazo –posiblemente inmerecido- a la política de Evo Morales, pero éste ha querido capitalizar la visita sacando a colación temas ajenos a la visita papal, con las disputas fronterizas con otro país y teniendo el bochornoso detalle de entregarle una cruz formada con el distintivo comunista de la hoz y el martillo.

  Y lo ha hecho precisamente presentando el distintivo de una ideología que más muertos ha producido en la historia de la humanidad. Como muy bien ha definido un periodista, la cruz del comunismo representa a la cruz de las tumbas, las de los millones de muertos que tan execrable ideología ha supuesto en muchas partes del mundo. No desfallecen estos “libertadores” en su creencia de redentores de la sociedad; de un mundo que llevan a la pobreza y la inanición, a esa propuesta inverosímil de la igualdad, pero que se empeñan en que ésta sea siempre por debajo.



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