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    LOS NUEVOS ABOLICIONISTAS

   Se recrudece nuevamente el movimiento animalista que se inició en el año 2010 en Cataluña con una campaña para abolir las corridas de toros, impulsada por grupos nacionalistas e independentistas, que es sobre todo y ante todo, un ataque injustificado y arbitrario contra el derecho del ciudadano de acudir y disfrutar con una tradición profundamente arraigada en la conciencia y el espíritu de una buena parte de la sociedad. Los nacionalistas utilizaron la causa de la protección de los animales como excusa, pero detrás de la justificación animalista se escondía el antiespañolismo enfermizo que detentaba el poder en Cataluña. 


   Aún muchos recordamos cómo acabaron algunos nacionalistas con los últimos toros de Osborne en Cataluña –aserrándoles las patas-  como para que nos quisieran hacer creer que aquella intención de prohibición de la fiesta nada tenía que ver con esa esquizofrénica y liberticida obsesión de los nacionalistas por erradicar de Cataluña todo lo que pueda enturbiar su delirante "hecho diferencial".

   La nomenclatura política catalana permitió un ensayo prohibicionista que intentaba prevalecer sobre el albedrío personal. La absurda prioridad de esa clase dirigente desquiciada por sus obsesiones impuso una agenda liberticida para eliminar la presencia de un rito universalmente asociado a la cultura española, pretendiendo pasar por encima del arraigo popular de la fiesta, de su acervo histórico, de su tradición artística y de su valor económico, y sobre todo laminar la autonomía personal y la capacidad de decisión de cientos de miles de aficionados catalanes.

   Prohibir la Fiesta de los toros supone un atentado contra los derechos individuales y contra un hecho cultural de máxima relevancia; las apelaciones a la libertad individual, a la diferenciación de opinión y de respeto por los gustos, las pasiones y las tradiciones culturales de cada uno fueron también absolutamente estériles y resulta inútil razonar contra quienes prefieren hacer oídos sordos a cualquier argumento objetivo, porque el dogmatismo seudocientífico impide a los «abolicionistas» reconocer que la tauromaquia forma parte esencial del arte y la cultura, dándose la incongruencia de encontrar en esa actitud «progresista» el llevar a algunos a defender el derecho a la vida del toro, pero a negárselo al ser humano concebido.