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MORIR EN AFRICA

     Sin un gobierno oficial que pueda intentar dar soluciones,  Somalia se debate en una constante guerra civil entre facciones dominadas por los llamados “señores de la guerra” de Somaliland y Puntland.

   Un Gobierno transitorio desde el año 2000, fecha en que una Asamblea Nacional interina intentase elegir a un nuevo presidente al haber sido depuesto Muhammad Siad Barre en enero de 1991, se esfuerza en desalojar la zona de Mogadischo y casi todo el país del control de  las milicias de Al Shabab, un grupo radical cercano a Al Qaeda, quienes intimidan a las ONG para que no se entreguen los alimentos que la ONU, a través de organizaciones humanitarias, intentan paliar la hambruna que asola al país.

   Es el negocio del hambre por la fuerza de las armas. Insurgentes reclamando el pago en dólares para que estas organizaciones puedan acceder al territorio a entregar alimentos a la población que se muere de hambre, cuando no es para requisar estos alimentos para su destrucción.

   Se habla de la muerte inmediata de mas de 700.000 niños por inanición solamente en Somalia, pero en iguales circunstancias se encuentran países como Etiopía y Kenia; países que soportan situaciones climáticas extremas. Han pasado de lluvias torrenciales que causan destrucción y muerte a tener tres años seguidos de sequía extrema. La naturaleza se ha cebado en esta región del continente africano, calculándose que es la peor sequía de los últimos 60 años.

   Unicef alerta de que para intentar salvar vidas es necesario contar con ingentes cantidades de medicinas, vacunas y alimentos, aportaciones que, siendo insuficientes actualmente, son controladas por las milicias insurgentes que capitalizan parte de estas ayudas para poder armarse convenientemente y mantener los grupos rebeldes islamistas.

  Tal vez no haya el suficiente sentido humanitario y de solidaridad entre los países más ricos, pues no aportan las cantidades necesarias para solventar la situación, permitiendo actualmente que millones de personas vivan en condiciones infrahumanas, pero también es cierto que habría que intentar poner orden internacional en estos países para imponer regímenes democráticos que impidieran que las ayudas se desviaran para actuaciones que nada tienen que ver con los fines para los que se destinan, impulsando también el desarrollo que pudieran resolver en un futuro situaciones tan dramáticas como estas.

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