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PROHIBIDO PENSAR


   No tiene España excesiva tradición en la participación de personajes de amplia cultura o refutados filósofos en política, con lo cual demuestran –los ausentes- una lógica acorde con su preparación intelectual. Hay innumerables citas de filósofos griegos –Sócrates, Platón- que demuestran su implicación en su dilatada vida, ejemplo sin duda de sus compromisos políticos entre la verdad, la libertad y el razonamiento. Aquí pocos se atreven a adentrarse en nuestro demagógico mundo de la política y quien lo hace, muchas veces, es por necesidad, por notoriedad o por querer contribuir, con más fe que acierto, a la culturización de la tribu política.
                                                                                                     
   Ejemplos han habido y seguro que seguirá habiendo. La mayoría que lo experimentaron han salido despavoridos, huyendo de esa grey con la que realmente nada tienen en común, salvo alguna conexión ideológica; los menos se han mantenido en un segundo plano, conformes con su rol de acompañantes distinguidos.

   La última aportación de un intelectual al mundo político se ha materializado en la figura de Álvaro Pombo, filósofo, escritor y poeta, además de miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde 2004, que ha iniciado la aventura para conseguir asiento en el Senado. Decía el dramaturgo austriaco Franz Grillparzer que quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad, por eso, el librepensador Pombo ha declarado en una televisión opiniones personales sobre determinados asuntos que han levantado ampollas en algunos círculos, acogiéndose a su libertad de pensamiento. El primer lugar en su propio partido por el que se presenta, que ha venido a enmendar la plana, no solamente rectificando sus palabras, sino haciendo además una interpretación de las mismas a su modo y manera. ¡Lo que nos faltaba ver, unos políticos rectificando a todo un académico sobre sus propias palabras!

   Es la confirmación de la regla no escrita de que un político no puede tener criterio propio, que son piezas intercambiables destinadas a rellenar una lista con figuras emblemáticas, pero sujetos al dictado de sus respectivos programas, por descabellados que sean, y por encima del respeto a los criterios propios, circunscribiéndolo a un mero papel decorativo.

   No creo que dure mucho en política Álvaro Pombo. No encaja en un mundo que se miente más que se habla y cuyas promesas son casi siempre lágrimas para el ciudadano y éstas, como dice el poeta, van a parar al mar.

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