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DEL FORO AL CIRCO
    Hace mucho tiempo, demasiado tiempo, que se está tratando de averiguar que ocurrió exactamente en aquella entrevista entre un miembro de la policía –con la anuencia de alguno de sus jefes- y un correo de la banda asesina ETA, en ese caso que se ha venido en llamar “caso faisán”.
 
    Indudablemente huele muy mal, cuando menos parece un gravísimo caso de deslealtad al Estado, a las víctimas de esa banda y a los ciudadanos en general.

     Cualquiera que viva en un Estado de Derecho espera que la policía nos proteja frente al terrorismo y está probado que algunos de los policías han ayudado a unos asesinos a evitar su detención, lo que nos lleva a la suposición de que si actuaron por órdenes de sus superiores, unos y otros actúan como si fuesen terroristas, dejando en la indigencia moral a una inmensidad de policías honrados que en ese país se han jugado y siguen jugándose la vida por nosotros.


El diputado Gíl Lázaro
     Debería ser el Gobierno el máximo garante de la aplicación y el respeto por la ley y que se interesara por explicar con todo lujo de detalles los aconte-cimientos que ha llevado a estar imputados a miembros de los cuerpos de seguridad del Estado; en cambio, y contra toda lógica -¿o no?- , han puesto al más eficaz cínico que ha dado la política española  a hacer de frontón ante cualquier pregunta sobre el tema que se le haga. Parece que hay quien olvida sus obligaciones parlamentarias que en razón de su cargo tiene conferidas, mostrando el lado grotesco y burlón para contestar a los diputados que esperan de él –por ser el máximo responsable de estos cuerpos de seguridad- las explicaciones oportunas ante la gravedad de los hechos denunciados.


El ministro Pérez Rubalcaba
     En cambio, el Sr. Ministro gusta pavoneare ante sus admiradores en el hemiciclo cada vez que hace alguna gracieta o chiste en clave socarrona. Unas veces mencionando títulos de canciones, otras negándose claramente a responder, creyendo que en el ejercicio del poder todo vale. Recientemente a sacado a colación una vieja cancioncilla que se cantaba antiguamente con el título de “La flauta de Bartolo”, intentando ridiculizar a quien con todo el derecho pide respuestas a quien tiene la obligación de tenerlas y darlas.


   El pensar que se puede soslayar las responsabilidades con burlas e insolencias es propio de fulleros y matones de medio pelo, no de quien ha sido nombrado para tan alto y, parece, inmerecido cargo.
 

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