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   RENACER

   Tiene su lado patológico que una persona adulta, tras el fallecimiento de algún hijo, intente canalizar las emociones de esa pérdida y soledad con un muñeco, y eso no parece demasiado razonable. En un mundo en que ya casi nada asombra, no podía faltar en esta historia quienes se dedican a hacer réplicas de bebés. Como todo lo que se precie de novedoso tiene que tener un nombre, esto también lo tiene y, como no podía ser de otra forma, proviene de EE.UU.: Reborn (en castellano renacer o renacido). Se llama así porque modifican o crean muñecos de vinilo hasta darles el aspecto de un bebé real.

   El aspecto final, como se puede comprobar en las fotografías, es impactante. Imitan exactamente la tonalidad de la piel de un bebé. Injertan en el cráneo lana de mohair, material de tacto similar a unos cabellos. Les colocan ojos de cristal y hasta en muchos casos instalan mecanismos que simulan el latido de un corazón, la suave respiración de un niño, o incluso los conductos de la orina. Graban voces, llantos, o la tos de un bebé que luego emite un sistema integrado en el muñeco cuando se mueve. El cuerpo se llena con microesferas de vidrio, con las que los muñecos adquieren peso y la consistencia que tendría un niño de su edad.

   Esto no es como el adoptar un animal de compañía, que es un ser vivo y, consiguientemente, necesita- do de una serie de cuidados lógicos. Si el tratamiento que se les de a estos  muñecos es la simple posesión, como un muñeco de lujo. como el que tiene una muñeca de porcelana, no tendría mayor importancia; el problema puede surgir cuando, como reconoce alguna de sus poseedoras, lo viste, pasea, baña, le habla y duerme. Aunque la apariencia tan real desate  mecanismos sentimentales, no deja de ser un tema para tratar con el psicólogo; salvo que esté recomendado en casos puntuales como en mujeres con Alzheimer para tratar de revivir sentimientos de cuando eran madres.




  

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