La ignorancia puede ser curada, pero como
todos sabemos, la estupidez es eterna. El pueblo español tradicionalmente ha
sido generoso y solidario a la hora de atender situaciones de carácter extraordinario,
y ahí están las hemerotecas que dan fe de las ingentes ayudas prestadas a otros
países en situaciones extremas. El auxilio, como deber moral, ha sido siempre
una premisa de cualquier Gobierno y la historia ha demostrado que el carácter
del ciudadano español ha estado siempre por la ayuda del necesitado.
Con motivo del traslado por parte del
Gobierno español de Miguel Pajares, religioso que desde el año 1960 se ha
dedicado en África a atender a los enfermos, y que estaba aislado en el
hospital San José de Monrovia (Liberia), y ante la posibilidad de que se hubiera
contagiado del virus del Ébola, se han alzado voces pidiendo que no se le
trajese para evitar el contagio; como si en vez de traerlo del Tercer Mundo
fuera España una parte del mismo. Han sido unos aventadores de odios los
promotores de intentar sembrar la semilla de la duda en una sociedad
generalmente cercana con los enfermos. La verdadera epidemia en España no es el
Ébola, sino la maldad y la necedad de tanto ruin dispuesto a señalar con la
mira de su egoísmo y su fanatismo.
Y todo esto ocurre por tratarse de un
religioso, aunque algunos lo disfracen a medias entre el gasto económico del
traslado y el riesgo sanitario, como si en España no tuviéramos una sanidad
pública magnifica. No se ha criticado nunca el traslado de un montañero
lesionado en una expedición por el Perú, o el rescate de cualquier persona en
situaciones de gravedad. No se discute por pagar rescates que sirven para
financiar el terrorismo, pero en cambio sí se pide resarcirnos de la ayuda
prestada a un religioso que está entregando su vida por los demás.
Se critica por ser religioso y por la mala
fe del denunciante; obviando interesadamente de la labor de estas personas en
la ayuda a enfermos, hambrientos y menesterosos en general, como se ha podido
recientemente comprobar en esta etapa dura de pobreza para muchas familias.
Y precisamente han tenido que venir estas
peticiones de gentes situadas en posiciones que ellos llaman progresistas; los
que han pedido en manifestaciones de dudosa legalidad la entrada indiscriminada
de foráneos de países africanos, sin demandar a la vez medidas suficientes para
reconocer a cada uno de ellos por si fueran portadores de enfermedades
inexistentes en España.
Siguen intentando convencernos de que los valores de la izquierda son
moralmente superiores a los de la derecha, en un intento de implantar un
monopolio moral por parte de estos que quieren impedir a la gente que quede en
paz con sus creencias. Están convencidos de que la desprogramación religiosa
forma parte del proceso de modernización arrancado en el postfranquismo, y por
lo cual una fe personal identifica a un refractario, a un personaje de la
leyenda negra basada en el nacionalcatolicismo.
Es la doble moral de una izquierda sectaria,
que se permite el lujo de arrogarse una superioridad moral e intelectual que
nunca tendrá, porque no puede tenerla una ideología que sigue cimentándose en
el principio totalitario de la destrucción de la dignidad humana. El que se sea
ignorante no da licencia para ser malvado. Habría que sentir admiración por
quienes dan todo por los demás, es decir, el bien más preciado, la vida y la
salud, a cambio de nada y esperando sólo una recompensa en el otro mundo.
No encuentro momento más oportuno para
repetir unas palabras de Jesucristo: “El mal no es lo que entra en la boca del hombre, sino
lo que sale de ella.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario