Andalucía es la amabilidad de sus gentes, su
gracejo, la tierra de los compadres y del fino del mediodía. Hay un estereotipo
de lo andaluz, una idea inmutable de ser gente poco dada al esfuerzo en un
clima demasiado soleado durante casi todo el año. Una conocida copla de Antonio
Martínez Ares compara Andalucía con «la tierra esperando llover» y mucho de eso
ha calado entre grandes zonas de nuestra España. No es cierto totalmente el
estereotipo, a poco que se viaje por esa magnífica tierra se puede comprobar
los grandes esfuerzos realizados por familias que tradicionalmente vienen
sustentando auténticos imperios industriales, generosas gentes que desde
pequeños negocios trabajan día tras día por escalar los peldaños que llevan a
un mejor bienestar social.
Pero efectivamente, todo no funciona bien.
Parece inconcebible que teniéndolo casi todo para vivir en una situación cómoda
(construcción, industria, turismo, gastronomía…) se esté, por una parte, gestionando
tan mal por los poderes políticos y, por otra,
acostumbrando a una parte de la población a la ley del mínimo esfuerzo,
a la subsidiación interminable, al conformismo en precario.
Es la comunidad autónoma que recibe más
dinero del Estado y la que peor lo gestiona. Tiene una tasa de paro superior a
todas, más del 34% de la población activa y creciendo año tras año. La
comunidad con más fracaso escolar y la mayor tasa de paro femenino, llegando en
algunas poblaciones al 75%. Son verdaderamente pavorosas estas cifras, pero en
parte se comprende por la administración que se hace de los fondos que recibe. Es
la segunda comunidad con más déficit público en sus cuentas a pesar de recibir
la mayor cantidad de dinero del Estado.
También es la comunidad que tiene mayor
cantidad de imputados por diferentes delitos relacionados con la corrupción. Se
han desviado fondos dedicados exclusivamente a la formación de los numerosos
parados en beneficio, muchas veces, de quienes tendrían que dar ejemplo de
trabajo y honradez.
Parece inconcebible que después de 33 años
del mismo gobierno, Andalucía se encuentre en esa tesitura social y económica,
lo que hace sospechar que muchos andaluces, de sectores determinados, no
quieren un cambio histórico, sino volver a las mismas ideas que han gobernado
esa comunidad siempre. Se han acostumbrado al clientelismo político que les
facilita una pequeña subsistencia y en algunos casos un empleo, eso sí sujeto a
amenazantes directrices, como bien se ha sabido por un audio
impresionante de una dirigente socialista.
Andalucía es una tierra de claroscuros, de
misterios, de luces y sombras, de paradojas y de certezas y contradicciones,
pero sigue siendo para muchos un misterio ese tenaz comportamiento. Desde
lugares distantes a esa tierra se ve como una forma lenta de hacerse el
harakiri, controladamente, para no morir en el acto, sino con la parsimonia que
da el ir viendo pasar los cadáveres por tu puerta con un fino en la mano.
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