Al joven Albert Rivera habría que recordarle
que la juventud no es solamente un tiempo de la vida, sino también un estado
del espíritu; por eso, el hablar de edades, cuando se está en la que se cometen
bastantes imprudencias, puede dar lugar a realizar manifestaciones tendenciosas
donde, en la mayoría de los casos, te
aplaudan unos y te puedan sonrojar otros.
Dice Albert, ese apuesto político catalán
que ha tenido que recomponer apresuradamente su partido para adaptarlo al resto
de España, que la regeneración democrática pasa sólo por quien haya nacido en
democracia. Eso significa, sin excepción, que todo aquél de más de 40 años no
sirve para político sin que recaiga en él la sombra de la sospecha, llevando en
sí mismo el pecado original antidemocrático
Esto no deje de ser
una manifestación más sobre la pureza democrática que tanto les gusta usar siempre a los progresistas de
izquierdas. Es el pregonar su pedigrí democrático, la exquisitez plural y la
custodia de la razón, la verdad y las libertades; cosas que siempre nos venden
como verdad inmutable y que además quieren que se les suponga por definición.
Posiblemente esta tontería del bueno de
Rivera sea fruto, precisamente, de su juventud y de querer ir separándose del
centro izquierda que pregona, sustituyendo a un socialismo en horas bajas; de
otra forma no se explica muy bien de que no practique con el ejemplo y en sus
listas apenas lleve a tres que cumplen con ese requisito, y uno, cuyo vídeo
circula por las redes sociales, es de discurso penoso en su forma de expresión.
Pero todo esto no importa, la mayoría de sus
votantes le perdonarán, porque tiene un plus añadido a su juventud e
inexperiencia: es guapo y tiene buena dicción, y mucho voto femenino lo tiene
asegurado. Al joven Albert habrá que remitirle a la frase de George Bernard
Shaw: “La juventud es una enfermedad que se cura con los años.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario